sábado, 26 de noviembre de 2011
Catedral de Zacatecas
La iglesia, era, y sigue siendo una amplísima nave coronada por una cúpula octagonal que se adorna con motivos florales pintados en argamasa; a los lados a modo de cruceros, dos grandes capillas laterales tambien con cupulas que permiten la intromisión de la iglesia de sendas portadas ricamente adornadas y que niegan los eternos arcos formeros del crucero común el claustro es un ejemplo magnifico del barroco ondulante mexicano del barroco tembloroso ganoso ganoso de movimiento logrado aquí por molduras enormes gordas como boas que se apoderan de las pilastras del primer piso, mueren por la necesidad en la cornisa que todo lo detiene.
Y el claustro lleva cúpulas en las esquinas, como lumbreras, pero de un tamaño tan desaforado que no fue solo necesario dar luz él construirlas sino él enriquecerlo ya que según las crónicas fue hecho con el dinero de un Tahúr que en noche de fortuna vio sus bolsillos llenos de doblones.
La fachada lateral aun existe, por fortuna. Eso sí, roto o destruida. (Siendo actualmente reparada por un grupo de intelectuales zacatecanos, que se dieron cuenta de la necesidad de devolver a su ciudad la dignidad artística que antes poseía.
Es la catedral la joya arquitectónica de Zacatecas por excelencia. Es desde luego una de las obras más representativas del barroco mexicano, es decir de ese barroco opulento, y magnifico, matizado de indígena. Tan diferente al europeo en su técnica y en su espíritu y en su simbolismo interno. Es esta catedral una síntesis, un retrato de esa ansia, de esa rebeldía convertidas en piedra y en oro del arte mexicano del siglo XVIII. Su construcción corre de 1730 a 1760, mas o menos la época en la que el barroco llega a su plenitud y se convierte en el extraordinario y churrigueresco que florece precisamente después de 1768 fecha de construcción del sagrario de la ciudad de México.
El pensamiento de su ignorado arquitecto fue audaz concibió una catedral, mas que una parroquia (que esta ultima jerarquía litúrgica le tocaba entonces), parece que percibía el advenimiento de una merecida mitra que llego hasta 1864.
Es de tres naves, tiene tres portadas; tres cuerpos forman su fachada principaly tres columnas enmarcan los nichos de sus trece estatuas. Él numero sacro de la Trinidad estuvo sin duda en la mente del arquitecto que como veremos gustaba del simbolismo a fuera de autentico artista barroco. El interior es de orden dorico en sus grandiosas columnas, pero un inquieto zigzag de sus primeros tercios hace que mueva sutilmente la mole inmensa evitando así la rigidez rectilínea de la estética clásica también en sus bóvedas, de lunetos en la nave sZcentral y baidas en las laterales juguetean cenefas policromadas en las claves se asoman entre hojas y frutos imágenes de santos y alegorías.
En el centro son obispos y “veinte santos clérigos variando ya en Ángeles, en niños, desnudos que les acompañan cubiertos con el pulido follaje que concibió para el dibujo la fantasía más galana, recuerdan fue, los obispos y clérigos, su categoría la iglesia matriz; los de la nave derecha son símbolos marianos como corresponde al atar del fondo donde se guarda la imagen de nuestra señora de los Zacatecas; los de la nave derecha son signos mesiánicos de acuerdo con el Santo Cristo que alli se venera, su cupula era digna coronación ostentosa del templo con sus ocho gajos cubiertos de azulejos en una gran cruz de hierro forjado en la linternilla y una rica veleta esgrafiada que contaba los pasos de Eolo”.
Ahora desde 1836 la cúpula es una imitación de la de Loreto de México, dura de líneas sin adornos y desgajada del conjunto.
Pero son las fabulosas fachadas las que asombran a quien tiene el privilegio de estar ante ellas. La Principal fachada, en 1754 es a modo de un gigantesco retablo de piedra de tres cuerpos y un remate en arco conopial de cuya punta brotaba una cruz de pétrea filigrana; en el centro la redonda ventana del coro como una rosa gotica formando un arco prodigioso por su ramo de uvas entre los que juegan al escondite niños minúsculos.
La fundación de Zacatecas, iniciada el 8 de septiembre de 1546 cuando Juanes de Tolosa llegó a este territorio para buscar plata, según le había informado el cacique del pueblo indígena de Nochistlán, constituyó el punto de partida para nuevas exploraciones en el norte de la Nueva España. Apenas cuatro años después de su fundación, el asentamiento minero reunía una población bastante densa, formada por españoles e indígenas, que laboraban en las minas y el comercio, destacando entre sus construcciones cinco iglesias pequeñas, propiedad de los mineros, y una a la que asistían el resto de los habitantes, que se convertiría en la iglesia mayor de la futura ciudad.
La presencia de eclesiásticos desde fechas tan tempranas contribuyó a la difusión de la cultura impresa tanto en lo que podrían ser los sectores ilustrados como entre los propios mineros. Hacia 1559, el bachiller Francisco Cervantes de Salazar realizó una visita a las minas de Nuestra Señora de los Remedios de los Zacatecas para investigar el tráfico de libros prohibidos, encontrando gran cantidad de ejemplares en diversos pobladores.
Con el paso del tiempo, muchos de los eclesiásticos que fueron destinados a este lugar y aquí murieron, donaron sus libros a la Parroquia Mayor. Durante el siglo XIX esta práctica aumento, especialmente cuando Zacatecas fue erigida diócesis episcopal en 1864, pues hasta entonces estaba integrada en la de Guadalajara. Los diversos obispos, así como los miembros del Cabildo Catedralicio fueron donanando sus bibliotecas particulares, hasta reunir un acervo que supera los 20,000 títulos. Comprende diversas materias en el campo religioso, científico y filosófico, con obras fechadas entre el siglo XVI y XX.
Actualmente, el Instituto Nacional de Antropología e Historia organiza esta biblioteca a través de sistemas informáticos, para facilitar su consulta e investigación.
Exquisito ejemplo de la arquitectura churrigueresca mexicana, se construyó entre 1718 y 1752, y su inigualable exuberancia barroca es tal, que bien se pudiera interpretar como un estilo diferente. Aquí, la ornamentación se apodera de su portada principal y la escultura se vuelve fachada: la cantera rosa labrada es un abigarrado encaje, rebosante de imágenes vegetales y símbolos religiosos. Alegoría de la Santísima Trinidad, tiene tres naves, tres portadas, fachada de tres cuerpos, y tríos de columnas salomónicas que enmarcan los nichos de donde se aloja Dios, Cristo y los doce apóstoles. La explosión ornamental externa contrasta con su mesurado interior, neoclásico y solemne.
Iglesia mayor-catedral. En el siglo XVI, la iglesia mayor -posteriormente parroquia y catedral- estaría llamada a ser el centro de la traza urbana de Zacatecas. Estaba ubicada al pie del cerro de La Bufa, mirando hacia el cerro del Grillo, situado al poniente. Al costado sur de la iglesia se ejecutó una amplia plaza mayor que se limitaría por edificios públicos y que se utilizaría para el comercio. Al costado norte de la iglesia, se construyó una plaza de menores proporciones que no tendría nombre sino hasta principios del siglo XVII cuando se le conoció como la plaza del Maestre de Campo y más tarde, en el siglo XVIII la plaza del Pirámide. Se ubicaba durante el siglo XVI exactamente en el sitio donde hoy se yergue la catedral de Zacatecas con la advocación original a Nuestra Señora de los Remedios. Tal parece que su construcción data desde 1559, ejecutada probablemente a base de adobe y alguna piedra. Hoy sabemos que uno de los grandes benefactores de aquella modesta construcción lo fue el mismísimo Baltasar Temiño de Bañuelos, quien poco antes de la concesión del título de ciudad a Zacatecas la mandó remozar, financiándole un techo que ya no se viniera abajo con las lluvias, mandándole hacer un retablo a la ciudad de México y comprándole un reloj -el cual finalmente pagó con cierta esclava negra- que sería el primero en dar la hora a los zacatecanos desde su iglesia mayor. No sabemos a ciencia cierta cómo era aquella primitiva máquina de medir el tiempo, pero sabemos que funcionaba con correas de jarcia y que era atendida de vez en vez por un arcabucero, que laboraba para el ayuntamiento. A partir de 1567 estuvo rodeada de un atrio-cementerio que se extendía hacia la plaza mayor, la plazuela que sería más tarde la del Maestre de Campo y hacia al frente. A principios del siglo XVII el edificio estaba arruinado. Otro en el mismo sitio fue proyectado y construido entre 1612 y 1625, atribuyéndole a Francisco Jiménez la obra de arquitectura. Este nuevo templo se encontraba a su vez sumamente deteriorado en los albores del siglo XVIII, por lo que la edificación del hermoso templo que hoy conocemos comenzó en el mismo sitio en 1718, siendo consagrado en agosto de 1752, cuando sólo tenía su torre sur y la fachada principal.
Von Tempsky nos ha legado una descripción del inmueble a mediados del siglo XIX:
La catedral es un edificio noble y está situada a un lado de la plaza; tiene su entrada principal sobre una callecita estrecha. De sus dos altas torres, una en especial parece dar una vista que va más allá del pequeño valle circundado de montañas. La otra torre no pudo ser terminada antes de que se iniciara la guerra de independencia, y así se quedó hasta nuestra llegada , esperando quizá la ocasión de ser acabada y alcanzar la misma altura que su compañera. El efecto de esta estupenda construcción se pierde por la falta de espacio alrededor de ella. Esta es una desproporción frecuente en México, así como lo opuesto, cuando un espacio excesivamente grande alrededor de una edificación, hace que esta pierda su imponente aspecto.
Al asomarse dentro del soberbio monumento, Von Tempsky descubrió que:
espléndido desde cualquier punto de vista. Oro y plata macizo y chapeado, pueden observarse por todas partes. La planta de la nave es grande, pero con un decorado tan exuberante que se reduce la impresión majestuosa que por sí sola causaría.
Adquirió el rango de catedral en 1862. La torre faltante no se ejecutó sino hasta 1904, por el célebre arquitecto de Tepetongo, Dámaso Muñetón.
En sí misma la catedral de Zacatecas es un monumento al esplendor del barroco mexicano y representa, como lo ha dicho J. Jesús López de Lara, un libro de piedra al que le han cantado poetas y artistas.
Federico Sescosse, zacatecano vocacional, alguna vez describió la fachada de catedral:
La fachada principal mira al ocaso; su cantería tiene ordinariamente el color moreno y suave de una joven criolla, pero algunas tardes al meterse el sol entre los cerros, parece que se incendia, que la sangre a través de la piel se transparenta, y el alma del que mira, goza al contemplar el rubor de la piedra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario